CARTAS

12 DE JUNIO DEL 20--

Querida yo:

Hoy hemos tenido de nuevo la visita de doña Emilia, la maestra, la pobre mujer desde que se jubiló no sabe en qué emplear el tiempo. Así que cuando no viene con una bandeja de dulces, aparece con un bizcocho. El otro día le hizo de naranja, y, ¡estaba buenísimo! A mamá no le gusta mucho que nos traiga tantos porque dice que luego la abuela se pone tibia y que no le viene nada bien para su salud.
A papá le da igual, algunas veces le he pillado echándoselo a las gallinas, pone la excusa de que ellas también tienen derecho a comer.
Si te soy sincera, a mí personalmente, a veces tengo la sensación que sigo en la escuela con ella y no resulta muy agradable. Llegó incluso a pedirme que le dejara leer tus cartas para ver de ese modo si cometía alguna falta de ortografía. Ciertamente no podía creer lo que estaba oyendo. Tuve la sensación de que tienes que crecer por ti mismo, ya que los demás parecen que se empeñan en dejarte parada en un tiempo pasado.
Intenté ser amable y educada, y como siempre me has dicho tú, que con buenas maneras es como se llega a todas partes, le dije educadamente, que la ortografía era una de mis asignaturas preferidas y que por lo tanto estaba segura que no cometía falta alguna. Percibí de inmediato que mis palabras no fueron de su agrado y que no era realmente eso lo que esperaba porque la expresión de sorpresa y desengaño que dibujó instintivamente en su cara, lo decían todo.
Si te soy sincera, yo creo más bien, que lo que ella tenía era cierta curiosidad por enterarse del contenido. Será porque cuando me pregunta no suelo ser muy explícita. He aprendido, gracias a ti, que depende con quien, más vale ser parca en palabras.

Tuya siempre,

----Mi yo----

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